Un CONJUNTO DE DERECHOS MENORES…

            Estoy sentado en el estudio de mi apartamento, meditando sobre el tema de este artículo, escuchando de fondo el musical sonido de la lluvia que por el mes de octubre inunda calles, avenidas, barrios y espíritus, y me encuentro ante la situación del menor en la familia Colombiana, tema más que deprimente, pero al que las organizaciones sociales, cívicas e institucionales debemos prestarle no sólo toda la atención que merece un enfermo Terminal, sino más, mucho más, pues así como la lluvia, es infinitamente importante para la sociedad reconstruir nuestras estructuras, mirar hacia el centro de la familia y proteger el futuro, que son nuestros niños. Muchos nos escandalizamos con los actos despiadados del mayor asesino en serie de la historia de Colombia, y es, que nadie en esta parte del orbe desconoce los detalles del caso GARAVITO, muchas familias colombianas aún están rogando por que sus hijos desaparecidos aparezcan en el recuerdo del asesino como si este acto unipersonal de reconocer la muerte de una de sus victimas llenara el vacío de la incertidumbre de años de búsqueda; en estos momentos en Bogotá hay decenas sino centenares de niños que en las calles tienen que sortear los peligros de la sociedad excluyente, niños que desde los vidrios de los vehículos se ven mayores, pero que si uno se adentra en su realidad, son niños envejecidos por el ambiente que los rodea, la droga y el abandono, los que están creciendo sufren un panorama no menos sombrío y espantoso, el niño que la sociedad está permitiendo crecer en el seno del hogar de clase media o baja, es un niño que crece acompañado del televisor, del jardín infantil, de la madre comunitaria, del computador o de cualquier otro medio de comunicación, ya sea escrito o hablado que en medio de vallenatos, baladas, ¿raegeton?, música de cantina o juegos de video, en pocas palabras es un niño que crece en una sociedad que no puede ser industrial, pero que somete a sus integrantes a los modelos de vida industriales.

            En realidad el niño es un número más, ya sea de las crueles estadísticas de maltrato y violencia de cualquier clase o género, o de situación o estado de abandono, lo peor, lo más imperdonable es que las normas que con buena voluntad se hacen para aminorar el impacto de esta situación en la población infantil son sólo caracteres impresos que la sociedad y el estado son incapaces de ejecutar o aplicar en la mejor extensión de sus contenidos, el niño es entonces un convidado de piedra en la construcción de su entorno, el niño es entonces la primera víctima de los abusos que la sociedad comete o permite cometer, ¿que podemos entonces hacer?, creo que el cubrimiento que el estado otorga a los menores es insuficiente, no son pocas las denuncias que llegan a mi oficina de abogado, sobre la displicencia que los organismos encargados de la vigilancia y aplicación de los contenidos normativos que favorecen a los menores tienen con los casos de abusos, y háblese de abuso respecto de cualquier acto que menoscabe la dignidad del menor como persona, así sea el desconocimiento de los alimentos necesarios, el castigo físico o el abuso sexual. Ya sea por número o cantidad o por disposición de los funcionarios, se nota siempre una marcada incompetencia de las autoridades, vale la pena hacer una critica constructiva a las comisarías de familia, el espíritu de la creación de estas, fue constituir un órgano directo de solución a los problemas de la familia, la realidad es, que se han convertido en simples ejecutoras de mecanismos burocráticos, de papeleos que no conducen a nada y en construcciones vacías donde impera la moral del funcionario de turno. De que sirve una cita en la comisaría de familia programada a dos o tres semanas cuando las necesidades de la familia o de los menores son inmediatas, de que sirve la detención policiva por 12 o 24 horas si el castigo y el abuso en la familia es permanente, es el estado el que se compromete a generar los mecanismos para que los abusos se detengan, pero es el estado un incompetente absoluto para aplicar las disposiciones que existen o que está obligado a ejecutar.

            Se debe hacer un análisis de manera conjunta, que implique la participación del estado y de las entidades que tratan estos temas, un análisis permanente que ayude a dinamizar y sortear las dificultades que la familia está sufriendo, se debe reestructurar el aparato legal y social, tema trillado pero necesario, calificar hasta donde la acción y operación  de las comisarías de familia es suficiente, rápida y eficaz en el tratamiento de los problemas de la familia, hay que estudiar hasta que punto es favorable o aceptable el funcionamiento del ICBF, y hay que trabajar directamente con las familias, el estado debe buscar las formulas necesarias para que la familia sea el principal receptor de la ayuda, de la información y de la prevención.